Por Juan A. Martínez de Osaba y Goenaga
Para nadie es un secreto que el jonrón es el "non plus ultra" del delirio en la pelota. La gente lo busca como cosa buena y no perdona un ponche de sus sluggers a la hora de la verdad, como si ellos quisieran embriagarse de tal forma y salir adoloridos en cuerpo y alma del terreno. No es sencillo eso de conectar jonrones. Quizás nadie recuerde el primero, ni en qué terreno, ni a qué hora, ni contra qué pitcher, porque en sus inicios nada se sabía de eso ni las estadísticas estaban por doquier. Entonces el bateador le pedía al pitcher el tipo de lanzamiento que deseaba y éste, caballerosamente, se lo servía. Ahí venían los estacazos con bates de poca monta y pelotas fofas, según los entendidos en la materia.
Pero todo eso evolucionó hacia las formas que hoy conocemos. En el béisbol profesional, sobre todo el de Grandes Ligas, se anota hasta la sonrisa de cada jugador, a veces los locutores nos recuerdan que Babe Ruth, el día tal, a tal hora y con un clima bueno, se ponchó sin tirarle a la bola frente a un lanzador desconocido. Eso sucedió una o dos veces a lo sumo, pero está perfectamente codificado y la gente corre a leer tales nimiedades.
Y no quiera usted ver cómo se introducen en las vidas de los jugadores, a quienes persiguen los paparazzis como si fueran grandes estrellas de Hollywood. Uno de los matrimonios más fotografiados y filmados fue el de la inigualable Marilyn Monroe con el también insuperable Joe DiMaggio, incluyendo sus momentos de violencia, celos y otras cosas que ya no hablaban tan bien de la pareja. Con esa relación, el Yankee Clipper se convirtió en alguien de la farándula, como su bellísima y sensual esposa.
A propósito, el tacto de DiMaggio fue prodigioso. No recuerdo otro jugador capaz de conectar 361 jonrones en su carrera y solo poncharse 369. Casi a un jonrón por cada ponche. Busque usted en cualquier libro, acuda a las más sofisticadas estadísticas y no encontrará algo similar. Tampoco hallará una rubia tan despampanante, atrevida, seductora, codiciada, amorosa y frívola como Marilyn, cuyo paso por la vida debió se mejor, pero la maquinaria que la construyó, también la destruyó.
Otros jugadores han dejado huellas indelebles en el terreno, como Brook Robinson a la defensa en tercera base, o El Mago de Oz, Ozzie Smith; otros han corrido como nadie y robado bases, como Ricky Henderson, y así sucesivamente, pero sigue mandando el jonrón. Y si es un grand slam, como bautizaron los rubios del norte al que se despacha con las bases llenas, entonces es lo supremo.
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