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Reutilio Hurtado envuelto en tremenda temporada. Pese a las reiteradas injusticias que se han cometido con este jugador, el muchacho temporada tras temporada pone buenos numeros en los libros y da lo mejor de si para su equipo.

martes, 29 de diciembre de 2009

LA INICIAL NO ES SOLO EL "CEMENTERIO" DE LOS GRANDES BATEADORES


Por Juan A. Martínez de Osaba y Goenaga


   Maravilla la memoria que atrapa todo. Se luce de vez en cuando, otras quedamos mal; corren riesgos. Es el hombre el único animal que se equivoca más de una vez. Nos equivocamos porque tenemos conciencia, los animales no se equivocan porque no la tienen, otros dicen que siempre están equivocados. Dentro de la conciencia, la más traicionera suele ser la memoria; hay que entrenarla como se entrena un pelotero.
   No me gustó jugar primera base, la veía cómoda, de gordos, malos defensores al cuadro, débiles de brazos, no en balde la llaman El cementerio de los grandes bateadores. Pero la vida es, en sí misma, una paradoja. Siempre he admirado a los buenos defensores del primer cojín.
   Cuenta mi padre que por allá por las Minas, en los años 30 y 40 del XX había un espigado y fornido jugador al que llamaban El Maestro de Santo Tomás, que fildeó como nadie, y mi padre vio cuanta pelota se jugó y se juega en Cuba desde hace ocho décadas.
   Cuando niños, en los pitenes ubicábamos en primera a los más malos, y les exigíamos como buenos, que levantaran short bounces y bolas que picaban delante, que son las peores. Ellos hacían lo que podían, casi nunca nos complacían del todo, aunque se fueran adaptando sin presteza y nos tiráramos de los pelos a menudo. Los errores en tiros siempre se los achacábamos y ellos los asimilaban como buena gente que son, porque el inicialista tiene paciencia casi siempre y la paciencia la veo comulgar directamente con la bondad.
   El primero que me fascinó, un ídolo de las Minas, su nombre fue Benigno Olivero, pero todos lo conocieron y recuerdan por Barrilito. Así le pusieron porque quiso ser lanzador zurdo; en su juventud tiraba unas curvas que parecían barriles, pero jamás pudo dominar los envíos, entonces decidió por la primera almohadilla.
   Daba gusto verlo clavar la mascota en la tierra y sacar de allí siempre la pelota envuelto en nube de polvo. La gente iba al estadio a verlo fildear, no por otra cosa, porque casi nunca estaba en bases dada su anémica debilidad al bate.
   Mi tío Iso, El clavo Osaba, que bateó con consistencia y fuerza descomunal, también se desempeñó en primera sin la maestría de Barrilito. El manager Antonio Sánchez lo llevó desde tercera hacia la inicial para permitir jugar a un estelar como fue Landy, El de Mongo Coro. Barrilito emigró a Santa Lucía. No podía estar sin jugar, adoraba a la pelota y su mascota. Allá brilló, pero contra las Minas; no me cayó bien la decisión.
   Dicen que Regino Otero fue el mejor inicialista de todos los tiempos en Cuba. No puedo asegurarlo, no lo vi jugar, no me gusta reafirmar lo que no sé. De todas formas la gente crea leyendas que se convierten en mitos, hasta que algunos son capaces de llevarlo a un altar y rezarles por el resto de sus días. Sucede con jugadores fetiches de todas partes. Algunos se encumbran y no hay quien los baje del púlpito. Ahí tiene usted a Martín Dihigo. Llegarán otros mejores, pero él siempre los estará mirando desde el Olimpo.
   Recuerdo, con los Elefantes de Cienfuegos, de la Pelota Profesional Cubana a Panchón Herrera. Defendió con honor la primera almohadilla, con sus más de seis pies de estatura y fortaleza taurina. Otros lo hicieron igual, pero él trascendió. No lo acompañó su obcecada forma de querer conectar grandes batazos, dada su fuerza al bate, y es, quizás, el pelotero cubano que más se ha ponchado. El mote se transformó de Panchón en Ponchón. Así y todo estuvo en Grandes Ligas y dejó su huella.
   En mis recuerdos, la primera base que más descolló en aquella pelota rentada fue el norteamericano Rocky Nelson. Odié como a pocos al almendarista que daba tremendos estacazos; los lanzadores no lo querían frente a ellos, con esa forma tan rara de batear, uniendo ambos pies alrededor del cajón. Nunca podré explicarme cómo sacaba la bola del parque con tanta facilidad en tan difíciles condiciones.
   Cuando jugábamos nos comparábamos con ellos y otros que se destacaron. Ideal hubiera sido conjugar el bateo de Nelson con la defensa de Barrilito. El yanki lo hubiera agradecido, aunque no fue malo en su posición. Y Barrilito más feliz dando estacazos que le estuvieron vedados durante toda su carrera.
   De Grandes Ligas nos llegaba el mito de Lou Gehrig, aquel jugador insigne de los Yankees de New York, que logró impulsar tantas carreras como el legendario Babe Ruth, detrás en el orden al bate. Gehrig fue un señor fildeador y mejor bateador aún. No por gusto aparece en primer lugar del Equipo Todos Estrellas del Siglo XX. En las postrimerías de su carrera lo atacó una enfermedad violenta que lo llevó a la tumba. Desconocida hasta entonces, se le puso su nombre: Mal de Gehrig. Se estremeció el Yankee Stadium aquella tarde donde hizo un bello y emotivo discurso despidiéndose de la fanaticada y del pueblo por su mortal enfermedad.
   A Lou Gehrig lo acompañó en esa selección de altos kilates otro que bien bailó: Mark McGwire, tumba cercas de los Cardenales de San Luis. Este hombre rompió el récord de 61 cuadrangulares en poder de Roger Maris desde 1961, nada más y nada menos que con 70 bambinazos.
   La historia de Mark quizás aún está por reescribirse . Dicen las malas y algunas buenas lenguas que se dopó exageradamente, al extremo de poner en condiciones de precocidad su salud. Le atribuyen una fortaleza artificial a base de esteroides, que bien pudieran causarle más dolores de cabeza. De todas formas, su impronta está ahí, aunque Barry Bonds, otro al que también se acusa de doping, con los Gigantes de San Francisco, le haya dejado tendida su marca con 73.
   Al inicialista se le exige una buena defensa, pero no es lo esencial. Si no tiene poder al bate, fortaleza para decidir un desafío, impulsa carreras como ninguno, y acumula buen average, nada tendrá que hacer en la alineación, aunque desentierre chuchazos y traiga la bola de ultratumba a la mascota.

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